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Indigentes en prisión

Un día en la cárcel no lo soporta cualquiera, es más duro de lo que suele pensarse.

Un día en la cárcel no lo soporta cualquiera; es más duro de lo que suele pensarse. Y si un solo día es así de difícil, imaginemos lo que debe sentirse cuando quedan por delante años de condena, en muchos casos excesivas. El ritmo de las cárceles no se parece al de la vida diaria de cualquier persona. Además tienes que acostumbrarte a un cambio de horario en todas la actividades, a la disciplina, y, en muchos casos «aprender a aburrirte» sin crear problemas. ¡Ojalá que en todas la cárceles, además de las escuelas, bibliotecas y gimnasios, que suelenn funcionar, hubiera más talleres ocupacionales productivos! Los talleres son la manera más rentable de «pagar a la sociedad» por el daño que se haya podido hacer. Cierto que quien quiere y las busca encuentra actividades que realizar, y cierto que los «patios» no están llenos. Pero mucho me temo que con la crisis vuelva también la apatía y la desgana a la población penitenciaria. Incentivar a los reclusos es una tarea compleja que recae en las espaldas del personal funcionarios, con la ayuda valiosa de numerosas ONGs.

El peso, portanto, que la cárcel arroja -como estructura arquitectónica y conceptual- sobre las personas es enorme. Ya sé que hay excepciones: gente que se merece estar allí por años; gente que debería estar y no entrará nunca; gente que ha salvado su vida gracias a estar como internos en una prisión, en fin, demasiadas variables. Mas hay una que unifica a gran número de presos: pequeños delitos que incrementan la pena por reincidencia, motivada por causas cercanas, casi siempre, a las adicciones. A estas personas el peso del centro penitenciario les marca para siempre. En lo bueno y en lo malo «estuvo en prisión». Ellos lo utilizan bien como secreto, bien como tarjeta de presentación, depende del impacto que deseen provocar.

Cuando sólo has estado una vez en la cárcel lo ocultas. Es una vergüenza, casi una deshonra qunque sea por delitos que directamente no se consideran dentro de los delincuencial, como puede ser el internamiento en prisión producido por una discusión que acabó en reyerta. Cuando has estado más veces no te importa decirlo.

Los presos, lógicamente, ansían la libertad aunque haya algunas excepciones. La esperanza de este colectivo puede ser comprensible pero errática. Tantas ganas de volver a la calle hacen olvidar que, previamente,convendría resolver algunas cuestiones: dependencia de sustancias tóxicas, falta de trabajo y vivienda, familias desestructuradas…etc. El sistema penitenciario tendría que ser realmente reinsertador y ayudar al interno en la búsqueda de soluciones a sus problemas fuera del recinto penitenciario! Mientras no sea así caminaremos por el territorio de la utopía.

Quedan las esperanzas compartidas por los internos con las asociaciones y los buenos funcionarios. Estos, junto a los profesionales que también ejercen su labor en el interior de los muros son los que están dando al sistema penitenciario -léase a los reclusos-, unas alternativas vitales a las que aferrarse para siempre.

JUSTIFICACIÓN DEL PROYECTO

La palabra indigente en este proyecto tiene un significado claro: persona necesitada. No debe interpretarse con la literalidad de la R.A.E.: falta de medios para alimentarse y vestirse. Seguimos la definición, por tanto, de María Moliner.

En las cárceles andaluzas y españolas hay un grupo de personas que no tienen prácticamente a nadie del círculo familiar que les visite o, mucho menos, que de vez en cuando ingrese algo en su «peculio» para hacer frente a los pequeños gastos que hay dentro de una prisión: caé, tabaco, artículos de higiene personal, etc..

Para poder fumar o tomar un café, por ejemplo, estas personas deben recurrir a la generosidad de algún interno o de un grupo de internos. Hay internos generosos que no piden nada a cambio otros, sin embargo, exigen cierto grado de fidelidad y lealtad que hacen que la persona indigente (en lenguaje carcelario «los machacas») pueda alcanzar situaciones de semiesclavitud. No es lo habitual, pero sucede.

Desde «Voluntarios por otro mundo» queremos remediar estas situaciones, prevenirlas, para que la personas pobres en prisión no sientan el abandono total de la sociedad y, mucho menos, vivan situaciones de esclavitud que en ocasiones solo sirven para alargar más, si cabe, la condena.

METODOLOGÍA DEL PROYECTO

El número de personas que viven las situaciones antes descritas no consta en ninguna estadística. Solo algunos funcionarios y ONGS tienen constancia de casos preocupantes . Para nosotros después de dialogar con todos los sectores implicados con la población penitenciaria, el número varía según la prisión. El dato aproximado suele estar entre el 5 y el 7 por ciento. En Andalucía para una población penitenciaria de aproximadamente 17000 personas las cifras resultantes en algunos centros penitenciarios son preocupantes.

Las carencias básicas de estos hombres y mujeres son de carácter afectivo. Nadie se interesa por ellos. Bien es verdad que hay un buen número de extranjeros y de inmigrantes cuyas familias no están aquí o ni siquiera conoce el paradero del interno. A este grupo hay que unir algunas personas con retraso o enfermedad mental procedentes de familias pobres o desestructuradas . El número de toxicómanos en estas situaciones también parece importante, algunos de ellos desde que murió su madre nadie ha vuelto a interesarse por su situación.

Ante esta realidad nos proponemos:

  • Ir aproximándonos al número real de personas en esta situación. No es por un mero control estadístico, es para proveernos de los fondos necesarios.
  • Estar en contacto permanente con las ONGS y personal penitenciario para que nos informen y podamos organizar la ayuda.
  • Cuando alguien, por ejemplo, de pastoral penitenciaria, sepa quien necesita ayuda y nos lo comunique, se registrarán unos datos básicos y se procederá a ingresar una cantidad mensual-durante 6 meses- en su peculio.
  • La entidad que nos haya aportado el caso concreto debería remitirnos un pequeñoo informe o hacernos una llamada para conocer si la ayuda está siendo eficaz.
  • Analizando el informe o la llamada el grupo de prisiones decidirá si prorroa la ayuda 6 meses más.
  • Con las direcciones de los centros penitenciarios se mantendrán reuniones para informarles de los que hacemos por si tienen alguna sugerencia que aportar. Deberían también, si es posible, informarnos de la condena de los internos a quienes ayudemos y de su evolución en prisión.

 

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